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La espontaneidad, la capacidad de asombro y esa curiosidad natural e insaciable que caracteriza a los niños, hace de ellos auténticas fuentes de conocimiento para los adultos, en quienes encontramos ya mermadas estas cualidades.

Xóchitl González Muñoz

Hace tiempo, preparando una conferencia sobre la felicidad en los niños, que iba a impartir en un evento importante, en la Ciudad de México, decidí hacer un pequeño sondeo con algunos de mis pacientes de entre 4 y 10 años.

No me parecía sensato hablar sobre este tema tan importante sin tomar en cuenta sus opiniones, su manera de entender esta emoción fundamental en la vida de cualquier persona y todo lo que se relacionara con ella. Así pues, me puse a indagar qué entendían ellos por felicidad.




Sus respuestas me parecieron absolutamente sorprendentes. Su inocencia, frescura y espontaneidad las hacía especialmente valiosas. Eso me llevó a confirmar algo que he pensado, prácticamente desde que empecé a trabajar con niños, hace más de 15 años: los adultos tenemos mucho qué aprender de los niños.

Un laboratorio sin igual

Imagina un laboratorio en el que los hombres de ciencia tomen en cuenta las opiniones de un grupo de niños que participen en la investigación con su curiosidad natural, sus incansables preguntas y esa capacidad de asombro que tanto los caracteriza. ¡Sería muy interesante, ¿no crees?!

Y más interesante aún es que algo así, de hecho existe. Desde que supe que Fisher-Price tiene un laboratorio de juegos, donde varios especialistas en desarrollo infantil se reúnen con niños para entender mejor las características que deben tener sus juguetes, me pareció una idea extraordinaria.

La investigación científica nos ha llevado a descubrir, por ejemplo, que los niños tienen actitudes afectivas desde el tercer mes de vida, cuando empiezan a sonreír frente a un rostro que les resulta conocido. A los ocho empiezan a mostrarse temerosos frente a extraños, lloran más y se sobreexcitan con facilidad.

Bajo este entendido, Fisher-Price ha diseñado una serie de productos que responden a las necesidades manifiestas de los bebés. ¿Podrían hacerlo, contando únicamente con el conocimiento teórico, proveniente de estudios e investigaciones? Sí, no tengo ninguna duda de ello, pero ¿por qué no dedicar tiempo a ver qué recibimiento tienen estos productos por parte de los pequeños usuarios? ¿Por qué no evaluar su funcionalidad a partir de este tipo de experiencias y darse la oportunidad de perfeccionarlo, según lo observado?




Experiencia y conocimiento + espontaneidad y frescura

Alrededor de los tres años, la imaginación de los niños ha alcanzado un nivel de desarrollo importante, lo que les permite jugar con otros niños, e incluso con animales o amigos imaginarios, sobre los que proyecta su propio estado mental. Nuevamente, esto es algo que sabemos gracias a numerosos estudios e investigaciones realizados hasta el momento. Sin embargo, el conocimiento adicional que podría adquirirse –y de hecho se adquiere– de la observación directa resulta invaluable.

Me queda claro que los expertos que contrata Fisher-Price deben de ser muy capaces. Seguramente, cuentan con amplios estudios y conocimientos, pero sé que la información que obtienen de esos niños –desde recién nacidos hasta ocho años de edad– que se ponen a jugar con los prototipos, para luego relatar su experiencia y señalar lo que más les gustó y lo que tal vez no tanto, no la podrían encontrar en ningún otro lado.

No en vano, se trata de una marca que sobrepasa los 60 años de historia y de llevar a cabo este tipo de prácticas, pues fue el propio Herman Fisher, su cofundador, quien empezó a tomar en cuenta las opiniones de los niños para definir las características que debe tener un juguete. ¿No son ellos los usuarios, a fin de cuentas?




Fisher creó, en 1961, el Centro de Investigación Infantil, lo que ahora es conocido como Play-Lab de Fisher-Price, primer laboratorio o centro de investigación en su tipo. Cada año son alrededor de 2,800 familias las que participan en la investigación de juguetes y artículos para bebés. Este trabajo de investigación consta de varias fases, entre las que destaco estas tres:

Sesiones de juego

Mientras los niños juegan solos o con sus familias, un grupo de expertos del Play-Lab de Fisher-Price se dedica a observarlos y a hablar con ellos sobre cómo se lleva a cabo la experiencia.

Estudios etnográficos

Los expertos observan cómo se desarrolla el juego en distintos entornos, con el propósito de entender cómo puede cambiar la experiencia, según el lugar en donde se lleve a cabo.

Grupos de enfoque

Los expertos escuchan a padres y cuidadores mientras participan en experiencias de juego con artículos para bebés, programación de televisión infantil y YouTube. Esto les permite escuchar comentarios y observar conductas reales, sin filtros.

Distintos tipos de habilidades

Día con día, los expertos de Fisher-Price observan y escuchan atentamente a niños y niñas, ayudándolos a conectar con su entorno. Ponen atención, sobre todo en las siguientes áreas:

 

Habilidades físicas Habilidades cognitivas Habilidades socioemocionales
+ Sensorial
+
Motor fino
+ Motor grueso
+
Salud y seguridad
+ Habilidades de pensamiento
Aprendizaje del siglo XXI
+ Estima
+ Lenguaje y literatura
+ Comunidad y cultura

+ Habilidades de carrera y vida
+Habilidades de relaciones
+Auto- expresión y confianza
+Inteligencia emocional
+Seguridad y felicidad

 




Abrir este interesante abanico de habilidades para ser sujetas a observación, por parte de los especialistas que están detrás de cada producto de Fisher-Price, garantiza que cada juguete cumpla con su propósito, no solo de brindar entretenimiento, sino de contribuir al desarrollo de los niños en muchos sentidos (tal como se aprecia en la tabla).

El 1 de junio tendré la oportunidad de hablar con uno de estos especialistas, que interactúan con los niños y aprovecharé para preguntarle todo lo que aprende día con día en el Play-Lab de Fisher-Price, ¡estoy muy emocionada, pues estoy segura de que será muy interesante!


Sobre la autora
Xóchitl González Muñoz es directora y fundadora de Psicología para Niños desde 2006. Desde 2002 ha diseñado e implementado diplomados, talleres y conferencias para padres, maestros y profesionales de la salud sobre temas como inteligencia emocional, manejo conductual y pautas de la evaluación diagnóstica, entre otros. Es autora de dos libros digitales: ¿Cómo formar hijos emocionalmente sanos? y ¿Por qué mi hijo no me hace caso? Además, ha colaborado con artículos sobre psicología infantil en diversas publicaciones.

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