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Educar es difícil, sí, sobre todo si quieres educar bien. Es fácil equivocarse, perder la paciencia o ser víctimas de un mal día. No es fácil estar siempre lleno de energía positiva, y esas fotos tan bonitas que vemos en las revistas de maternidad no tienen nada que ver con lo que ocurre en nuestra casa ¿estás de acuerdo?

Que nadie te engañe con esas fotos maravillosas de familias blancas viviendo en constante armonía. La realidad es otra, lo sabemos bien. La realidad del día a día es distinta, los niños no obedecen a la primera, no se comen las verduras que les preparas y convencerlos de que se vayan a la cama a veces es todo un reto.

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Educar es difícil y exige que estés ahí, a su lado, para guiarlos y acotar lo que pueden o no hacer durante los primeros años. Es de este modo como asentamos los cimientos de unos buenos valores que les acompañarán de por vida.

Educar es difícil porque en más de una ocasión tus hijos te retarán y buscarán sobrepasar los límites que les marcas y saltarse las normas establecidas. Es parte de su crecimiento, deben hacerlo. A ti te toca mantenerte en tu rol de madre o padre y saber que lo que haces está bien por más que te cuestiones a diario si eres o no un buen padre o madre.




Nadie nos dijo lo contrario pero es un reto que merece la pena a pesar de que te acuestes con esa sensación de no poder más, de haber perdido definitivamente la paciencia y querer tirar la toalla. ¡No lo hagas! Sé que no lo harás porque estás en el buen camino, si te preocupa cómo educas es que lo estás haciendo bien.

Al igual que tú, yo soy madre. Tengo dos hijos, dos niños intensos y desbordantes que son capaces de sacarme de quicio si se lo proponen. Y ahora tienen edad y capacidad para ponerse de acuerdo e idear una estrategia para buscar mis límites. Es un modo de juego para ellos que pone a prueba mis límites profesionales y personales, que se ven superados por ese mismo orden.

Sí, educar es difícil para todos. Pero las recompensas llegan si las sabes apreciar, llegan en forma de besos, abrazos, caricias o frases como Mamá, ayúdame: sin ti estoy perdido”. Hay que estar ahí, todos los días, todos los momentos (buenos y malos) para que educar a nuestros hijos (a pesar de ser difícil) valga realmente la pena para ellos.

Fuente: www.mamapsicologainfantil.com

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