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Colechar, o hacer colecho, es una nueva forma de llamarle al hecho natural de compartir la cama mamá, papá y bebé. Aunque esta práctica se realizó durante miles de años, antes de que los humanos fuéramos civilizados, en tiempos más recientes, lo “normal” es que los hijos duerman en camas separadas y hasta en habitaciones separadas.




Sin duda, ésta es una decisión que debe tomar cada pareja, y tiene que ver con su forma de vida. Sin embargo, el colecho tiene ciertas ventajas, sobre todo, para las mamás que despiertan en las noches para alimentar a los recién nacidos.

Cada caso es diferente

Con mi primer hijo, la lactancia fue un fracaso debido a la falta de información, apoyo y ayuda, sobre todo del pediatra, que en lugar de hablarme sobre la libre demanda (es decir, que no se da pecho al bebé en horarios fijos, sino cuando él lo pida porque tiene hambre), me dijo que siempre le completara las tomas con fórmula. Así que durante las noches cargaba a mi bebé, lo ponía sobre  mi regazo y le daba su mamila con leche en polvo. Aunque resultaba pesado, los periodos de sueño eran de tres o cuatro horas en promedio.

Todo cambió cuando me aferré a la lactancia materna con mi hija Paula: la libre demanda es vital para garantizar la producción, así como para el óptimo desarrollo de la criatura, así que desde la primera noche me resultó imposible aguantar el ritmo de “la libre demanda de la lactancia”.

Sin pensarlo a futuro ni como una decisión permanente, comencé a dormir con mi bebé en la cama, pues me resultaba mucho más práctico y prefería darle la teta en la misma cama, sin tener que pararme y pasar frío, además de no tener que mover mucho a la bebé mucho.

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Al principio nos acomodamos con un cojín antirreflujo, en el que su cabecita tenía la inclinación necesaria, y además quedaba a la altura exacta para tomar la teta. De esta forma, ella pedía de comer y yo solo me acomodaba. Muchas veces me quedé dormida sin saber en qué momento ella se despegaba.

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A esas horas me resultaba imposible medir el tiempo entre cada toma y ni qué decir sobre revisar cuánto llevaba ya en una teta. Entre una noche y otra fueron pasando los días, las semanas y así llegamos al año. Un poco antes comenzó el proceso de separación: primero se pasó a dormir a la cama de su hermano; luego, cuando hubo una cama exclusiva para ella, logró dormir sola, por ahí del año dos meses.

Contrario a lo que mucha gente cree, en el sentido de que esta práctica va a provocar que nunca quieran separarse de la mamá, o de que los hace niños dependientes y tímidos, mis dos hijas son todo lo contrario: ahora que Paula tiene 4 años y Victoria 2 (Victoria también colecha conmigo) son dos niñas de lo más independientes.

Van a la escuela sin llanto ni miedo de que mamá no vaya por ellas. Son nenas que se relacionan bien con sus compañeros y saben expresar sus emociones de manera correcta. Cuando tienen que dormir fuera de la casa de mamá, lo hacen sin ningún problema. En las fiestas infantiles pueden pasar horas jugando, ya sea solas, juntas o con otros niños.

Supervisión constante

Un bebé recién nacido debe estar supervisado y cerca de la mamá, ya que el calorcito, el olor, el ritmo cardiaco y hasta los sonidos que se producen en la noche le dan a las criaturas una señal de cobijo, de que están a salvo, de que nadie se ha olvidado de ellos. Esta necesidad es genética y viene desde hace como tres mil años, en que no dormir dentro y junto a la tribu podaría significar morir, de frío, de hambre o cazado por algún animal. Para quienes opten por la lactancia materna, el colecho puede ser su mejor aliado.

Yo dormí con mi hija solo apoyada en el cojín antirreflejo, pero afortunadamente ya hay en el mercado unas cunas que se acoplan a la cama, funcionando como una extensión de la misma, lo que resulta una gran opción para quien sienta temor de lastimar a su bebé.

Una forma muy segura de dormir con los bebés en la cama es que mamá y papá duerman un poco más abajo que de costumbre, es decir, que queden más cerca de la parte de los pies, y se acomode al bebé en la parte más pegada a la cabeza. De esta manera no hay ningún riesgo al colechar con ellos. Cuándo no hacer colecho: cuando hay problemas del corazón, cuando hay consumo de drogas, alcohol u otro tipo de estupefacientes.

Sobre la autora
Pamela Salinas Parra

Mamá de tres criaturas que dejó el periodismo para entrarle de lleno a la crianza de su tropa. Después de la cesárea de su primer hijo, hace ocho años, decidió prepararse para la llegad de su segunda hija.  Entonces escuchó sobre parto natural, lactancia, colecho y, desde hace cuatro años, se ha preparado para poder ayudar a otras mujeres cuando se convierten en mamás. Está certificada como Doula PosParto y actualmente cursa los estudios necesarios como asesora en Lactancia Materna. Su hija Victoria, la más pequeña, sigue tomando leche materna desde hace dos años cuatro meses. Si quieres seguirla en Twitter, puedes hacerlo en @pamiparras o @Mamaalcubo.

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