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Síndrome de Down
Tenía 20 años cuando supe que iba a ser mamá. Lo primero que pensé fue ¡qué padre!, voy a amar a mi bebé desde este mismo día, porque yo quería que Andrés se sintiera amado desde entonces, y que nunca fuera a sentir que no era así. Y así fue…

Para entonces estaba estudiando dos carreras y tenía muchos planes profesionales para mi futuro. Poco a poco, esos logros profesionales que había planeado para mí fueron cambiando por logros para mi enano: aprender a ser mamá y tomar las mejores decisiones para poder compartirlas con él.




Supe que Andrés tenía síndrome de Down poco después de que nació. El doctor me dijo que había varias características/señales que así lo indicaban, pero que era necesario hacer un cariotipo para confirmarlo. Entonces pensé que si mi enano tenía síndrome de Down iba a estar conmigo toda la vida. Supongo que otras mamás hacen planes y piensan en sus hijos creciendo, saliendo de la universidad, casándose y teniendo hijos… yo imaginé mi vida de  viejita con Andrés a mi lado y fue lo mejor que pude sentir: tener a mi hijo para toda la vida; supe que yo iba a ser todo para él, así como él iba a ser todo para mí. Síndrome de Down

Nueve meses esperando conocer a la personita que iba a cambiar mi vida, soñando con él, amándolo desde antes de que llegara a este mundo no iban a quedar ahí por un cromosoma de más. Uno no deja de querer a alguien porque sea diferente a nosotros, ¡al contrario! Sé que nuestro lazo mamá-hijo es especial, porque juntos vamos aprendiendo y descubriendo la vida desde otros ojos. Síndrome de Down

Hasta ahora, cuatro años después de que nació Andrés, lo más difícil que hemos pasado son las noches en que se ha enfermado. Su situación hace que sus defensas sean más bajas, así que las enfermedades más simples pueden evolucionar muy rápido; una tos con flemas, por ejemplo, se vuelve bronquitis o neumonía en unos cuantos días. En esos momentos he llegado a sentirme impotente, dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de que Andrés mejore.

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Podría pensarse que ser mamá de un niño especial es muy difícil, pero no lo es; es muy demandante, eso sí: las horas se nos va en terapias de rehabilitación física, de lenguaje, una escuela para esto, otra maestra para aquello… y aún así nos toma mucho tiempo aprender, aunque al mismo tiempo lo disfrutamos, porque aprendemos juntos y todo lo compartimos. Andrés aprende a vivir en un mundo en el que todo pasa deprisa y yo aprendo a disfrutar que el tiempo pase lento y sus etapas nos duren más: más tiempo siendo bebé, más tiempo haciendo travesuras y explorando el mundo, más tiempo riéndonos de sus ocurrencias y más tiempo para aprender; pero a final de  cuentas todo llega. Síndrome de Down

Para mí, ser mamá es la bendición más grande que he recibido; el mejor regalo. Es como ser un pedacito de Dios, y aunque como bien se dice, “no nacemos sabiendo ser buenos padres”, hemos contado con el apoyo de toda la familia y de amigos, especialmente de mi mamá, que me enseñó lo que sabe de ser mamá. Aunque creo que sobre todo es Andrés quien me enseña cada día a ser una mamá especial para un hijo especial.




Han cambiado muchas cosas desde que soy mamá: los planes que tenía para mi vida cambiaron por cosas más importantes: mi enano y mi familia; también cambió mi manera de comer, pues no he comido un plato completo ni comida caliente desde hace cuatro años (¡y lo que me falta!), pero eso se compensa con un beso y un “Gracias, mami”. El tiempo para mí se convirtió en tardes de caricaturas o en el parque. Ahora por las noches no me dedico a leer libros sino a repasar con Andrés lo que hicimos durante el día, a darles besos de buenas noches y ver cómo él se los da a todos sus juguetes amigos; a orar.

Cambio mi forma de ver las cosas

Andrés hizo que cambiara mi concepto de felicidad y el de amor puro. Por él aprendí a apreciar la belleza de las cosas que lo sorprenden y yo veía como algo cotidiano: los pequeños logros, que para él son gigantes, también se han vuelto enormes para mí. Aprendí a sentir y ver todo a través de sus ojos, a disfrutar las cosas al máximo: si nos reímos lo hacemos como si fuera la cosa más divertida que hemos hecho, si nos abrazamos entregamos todo nuestro amor ahí. Cambiaron mis prioridades; crecí mucho, por supuesto, pero sobre todo creció mi corazón y mi capacidad de amar. Me volví más paciente (aunque todavía me falta mucho más) y me dieron más ganas de aprender cosas nuevas para compartirlas con Andrés.

Para mí, ser mamá de Andrés significa saber que mi vida no tenía sentido ni estaba completa hasta que nos conocimos. Significa amar incondicionalmente (y saber lo que esto significa), aprender y crecer cada día juntos; ser mamá es entender a mi mamá (por fin) y saber todo lo que se es capaz de hacer por un hijo.

Mi enano es un niño muy feliz, se nota desde que lo ves. Se ríe mucho y es súper cariñoso; creo que tiene un sexto sentido para ver el interior de las personas, sus intenciones, su vibra… hay ocasiones en que puede llegar a ser muy cariñoso y querer estar con alguien a quien acaba de conocer; es como si naciera un lazo entre ellos inmediatamente. Es muy ordenado (supongo que nació con ese sentido de orden, porque no lo aprendió de mí y es más bien él quien me enseña a ser más ordenada). Pronto entrará a preescolar y siempre está ansioso por aprender.

Le gustan mucho los tacos, incluso fue de sus primeras palabras; todo lo que le ponga en una tortilla es seguro que se lo va a comer. Le gustan los globos, las albercas, los caballos, los camiones; el pasto y gritar e imitar los sonidos que escucha en la calle. También le gusta mucho bailar, cantar y oír el sonido de la guitarra; subirse a todas partes y escalar. No le gusta traer zapatos ni le gusta peinarse. Le gustan mucho los besos y creo que no le tiene miedo a nada.

Gabriela Herrera

Tengo 25 años, soy licenciada en Administración Financiera y estoy cursando el último semestre de Contaduría Pública. No me gusta la etiqueta de «madre soltera»: soy mamá y eso es más que suficiente. Me gusta leer, la música, ver a Andrés feliz y crecer junto con él. Me gusta mucho aprender (por eso no salgo de la universidad), pero en estos últimos años me he dado cuenta de que me gusta más ser mamá de tiempo completo y de que el trabajo de mis sueños ya no es el que quería.

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